Dicen que una manera de tratar de entender la historia de un pueblo, es haciendo un análisis de sus héroes y sus villanos.
La historia, se dice también, se escribe con la tinta de la victoria, y por ello los vencedores terminan entregándonos la versión de los hechos más conveniente a su circunstancia.
En nuestro México Lindo y Querido, sacralizamos a nuestros héroes al grado de hacerlos impolutos, estoicos, incapaces de cualquier debilidad.
De repente olvidamos que los personajes históricos fueron, en su momento, personas de carne y hueso y como tales tuvieron seguramente dudas, debilidades, miedos.
Pero por otra parte, cuenta mucho la forma en que nuestra cultura cívica entroniza a los personajes dignos de memoria. ¿Cuántas veces hemos transitado calles y avenidas en nuestras ciudades con nombres y apellidos rimbombantes, sin tener la más mínima idea de la trayectoria de los personajes a cuya memoria fueron dedicadas, su tiempo y su circunstancia? ¿Cuántas veces nos tomamos algún tiempo para indagar la vida y obra de estos personajes?
Lo anterior viene a cuento porque hace muchos años, me llamó la atención una melodía contenida en el álbum “16 Éxitos de Oro” del cantante, actor y compositor mexicano Óscar Chávez, editado en 1983. El tema en cuestión, titulado “Corrido de Juan Cortina” me llamó poderosamente la atención. Se trata de la breve narración de la vida del político y militar mexicano Juan Nepomuceno Cortina, un extraordinario personaje que participó en la Guerra de Intervención Norteamericana en México, que tuvo lugar entre 1846 y 1848.
De acuerdo con sus biógrafos, Juan Cortina, nacido el 30 de mayo de 1824 en Camargo, Tamaulipas es un personaje que concita controversia. En términos descriptivos, podríamos decir que fue un empresario agrícola que se vio forzado a incursionar en la vida política y militar orillado por las complicadas circunstancias del México Reformista, que en menos de medio siglo enfrentó dos intervenciones extranjeras –la norteamericana y la francesa- y una convulsionada crisis interna derivada de los fuertes enfrentamientos entre liberales y conservadores.
Para los estudiosos de la historia norteamericana, Juan Nepomuceno Cortina fue un forajido y guerrillero, que se rebeló en contra de la independencia de Texas y que protagonizó distintos hechos de violencia en contra de los Estados Unidos y los Estados Confederados de América. De hecho, la historia texana consigna diversos episodios de la rebelión de los rancheros mexicanos contra la independencia texana y el intervencionismo yanqui como “Las Guerras de Cortina” (1859-1861).
Pues imagínese, con estos antecedentes, antes de llegar a residir en la frontera, me imaginaba la figura de Juan “El Chino” Cortina como todo un prócer local, sobre todo en la ciudad de Matamoros, donde emprendió una fuerte resistencia armada durante las guerras contra Texas y la Intervención Norteamericana.
La historia, se dice también, se escribe con la tinta de la victoria, y por ello los vencedores terminan entregándonos la versión de los hechos más conveniente a su circunstancia.
En nuestro México Lindo y Querido, sacralizamos a nuestros héroes al grado de hacerlos impolutos, estoicos, incapaces de cualquier debilidad.
De repente olvidamos que los personajes históricos fueron, en su momento, personas de carne y hueso y como tales tuvieron seguramente dudas, debilidades, miedos.
Pero por otra parte, cuenta mucho la forma en que nuestra cultura cívica entroniza a los personajes dignos de memoria. ¿Cuántas veces hemos transitado calles y avenidas en nuestras ciudades con nombres y apellidos rimbombantes, sin tener la más mínima idea de la trayectoria de los personajes a cuya memoria fueron dedicadas, su tiempo y su circunstancia? ¿Cuántas veces nos tomamos algún tiempo para indagar la vida y obra de estos personajes?
Lo anterior viene a cuento porque hace muchos años, me llamó la atención una melodía contenida en el álbum “16 Éxitos de Oro” del cantante, actor y compositor mexicano Óscar Chávez, editado en 1983. El tema en cuestión, titulado “Corrido de Juan Cortina” me llamó poderosamente la atención. Se trata de la breve narración de la vida del político y militar mexicano Juan Nepomuceno Cortina, un extraordinario personaje que participó en la Guerra de Intervención Norteamericana en México, que tuvo lugar entre 1846 y 1848.
De acuerdo con sus biógrafos, Juan Cortina, nacido el 30 de mayo de 1824 en Camargo, Tamaulipas es un personaje que concita controversia. En términos descriptivos, podríamos decir que fue un empresario agrícola que se vio forzado a incursionar en la vida política y militar orillado por las complicadas circunstancias del México Reformista, que en menos de medio siglo enfrentó dos intervenciones extranjeras –la norteamericana y la francesa- y una convulsionada crisis interna derivada de los fuertes enfrentamientos entre liberales y conservadores.
Para los estudiosos de la historia norteamericana, Juan Nepomuceno Cortina fue un forajido y guerrillero, que se rebeló en contra de la independencia de Texas y que protagonizó distintos hechos de violencia en contra de los Estados Unidos y los Estados Confederados de América. De hecho, la historia texana consigna diversos episodios de la rebelión de los rancheros mexicanos contra la independencia texana y el intervencionismo yanqui como “Las Guerras de Cortina” (1859-1861).
Pues imagínese, con estos antecedentes, antes de llegar a residir en la frontera, me imaginaba la figura de Juan “El Chino” Cortina como todo un prócer local, sobre todo en la ciudad de Matamoros, donde emprendió una fuerte resistencia armada durante las guerras contra Texas y la Intervención Norteamericana.
Muchos años antes de la incursión de Pancho Villa en Columbus, Cortina encabezó en 1859 la ocupación de Brownsville, Texas, al mando de 80 hombres armados, en represalia a los constantes abusos y vejaciones de que eran víctimas jornaleros y agricultores de la región que se resistían al expansionismo texano, atizado por la firma del Tratado de Guadalupe-Hidalgo en 1848.
Un episodio de nuestra historia del que poco se rememora para no incomodar el eterno triunfalismo de nuestros vecinos del norte: las huestes de Cortina hicieron ondear, por unos cuantos días, la bandera mexicana en territorio texano.
Mi sorpresa fue mayúscula al encontrarme con el hecho de que en Matamoros, y en general en Tamaulipas, escaso tributo se le rinde a la memoria de este personaje, que a la postre fue gobernador de esta entidad en el año de 1864. Ni una estatua, ni una placa… vaya, ni una triste callecita a la memoria del hombre que defendió a los mexicanos de los abusos del invasor norteamericano. “Si no saben respetarnos, vámonos a darles guerra”, señala una línea del corrido interpretado por Óscar Chávez.
En Matamoros hay monumentos a distintos próceres: a Porfirio Díaz, a Ignacio Zaragoza, a Benito Juárez y Miguel Hidalgo, entre muchos otros. Si usted llega a esta ciudad proveniente de la autopista a Reynosa, es recibido por una estatua erigida a la memoria de Rigo Tovar, el ídolo de la música tropical que puso a esta ciudad y puerto en el imaginario colectivo con la frase “Mi Matamoros Querido, nunca te podré olvidar”.
Mi sorpresa fue mayúscula al encontrarme con el hecho de que en Matamoros, y en general en Tamaulipas, escaso tributo se le rinde a la memoria de este personaje, que a la postre fue gobernador de esta entidad en el año de 1864. Ni una estatua, ni una placa… vaya, ni una triste callecita a la memoria del hombre que defendió a los mexicanos de los abusos del invasor norteamericano. “Si no saben respetarnos, vámonos a darles guerra”, señala una línea del corrido interpretado por Óscar Chávez.
En Matamoros hay monumentos a distintos próceres: a Porfirio Díaz, a Ignacio Zaragoza, a Benito Juárez y Miguel Hidalgo, entre muchos otros. Si usted llega a esta ciudad proveniente de la autopista a Reynosa, es recibido por una estatua erigida a la memoria de Rigo Tovar, el ídolo de la música tropical que puso a esta ciudad y puerto en el imaginario colectivo con la frase “Mi Matamoros Querido, nunca te podré olvidar”.
La actual administración municipal, de filiación panista, se ha dado a la tarea de pintar de color azul, literalmente, todos los espacios públicos. Pero por ningún lado se asoma la más mínima iniciativa de reivindicar a este auténtico héroe popular.
En pasados días, algunos medios consignaron un hecho insólito: durante una gira de inauguración de obras en la ciudad de Reynosa, el gobernador Egidio Torre Cantú inauguró varias calles, acompañado por el alcalde José Elías Leal. Entre ellas, una que lleva el nombre de Juan Nepomuceno Guerra. ¿Quién fue este señor? Pues ni más ni menos que el fundador del Cártel del Golfo. ¿Puede usted creerlo?
En todo México, pero en particular en un estado azotado por la violencia criminal como lo es Tamaulipas, urge emprender un reencuentro de las nuevas generaciones con nuestros valores cívicos e históricos. Si usted le pregunta a cualquier estudiante de secundaria o preparatoria los nombres de los protagonistas de la guerra México-Texana, seguramente se quedará esperando la respuesta… pero si le pregunta los nombres de cualquier capo del narcotráfico, le darán nombre, apellido y hasta la letra de su narcocorrido.
¿Se imagina qué hubiera pensado Juan Nepomuceno Cortina de las recientes declaraciones racistas del magnate norteamericano Donald Trump? Seguramente habría organizado a un grupo de rancheros y puesto precio a la mal peinada cabeza del payaso metido a aspirante presidencial republicano.
Así que reflexiónelo: a los pueblos se les conoce por sus héroes, por sus villanos, y hasta por la forma en que bautiza sus calles.
Tenemos la historia que nos merecemos. ¿Usted qué opina?
En pasados días, algunos medios consignaron un hecho insólito: durante una gira de inauguración de obras en la ciudad de Reynosa, el gobernador Egidio Torre Cantú inauguró varias calles, acompañado por el alcalde José Elías Leal. Entre ellas, una que lleva el nombre de Juan Nepomuceno Guerra. ¿Quién fue este señor? Pues ni más ni menos que el fundador del Cártel del Golfo. ¿Puede usted creerlo?
En todo México, pero en particular en un estado azotado por la violencia criminal como lo es Tamaulipas, urge emprender un reencuentro de las nuevas generaciones con nuestros valores cívicos e históricos. Si usted le pregunta a cualquier estudiante de secundaria o preparatoria los nombres de los protagonistas de la guerra México-Texana, seguramente se quedará esperando la respuesta… pero si le pregunta los nombres de cualquier capo del narcotráfico, le darán nombre, apellido y hasta la letra de su narcocorrido.
¿Se imagina qué hubiera pensado Juan Nepomuceno Cortina de las recientes declaraciones racistas del magnate norteamericano Donald Trump? Seguramente habría organizado a un grupo de rancheros y puesto precio a la mal peinada cabeza del payaso metido a aspirante presidencial republicano.
Así que reflexiónelo: a los pueblos se les conoce por sus héroes, por sus villanos, y hasta por la forma en que bautiza sus calles.
Tenemos la historia que nos merecemos. ¿Usted qué opina?
8 comments:
Cortina should be the Patron Saint of Mexico, a nation of thieves and murders.
Yo opino que los Ca-Boys van a dominar esta temporada!
Jeeeze, the Mexicans whine about losing two friggin wars 170 years ago. I do note they only whine and don't have the stomach to do anything about it.
vale madres!!
I find it interesting and quite hypocritical, that Mexicans can faun over men like Cortina, but render harsh judgment on Jeff Davis, Robert E. Lee and other Southern patriots.
Enough on Juan N. Juan M, why don't you publish a book with a collection of contributions and stories about him and that way you can make money and give those who really care, a chance to buy the book and read it in their own privacy and use this space for new items.
Mexicans didn't own humans pendejo...
I find it interesting and quite hypocritical
Idiota
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